«En la morgue de Bello Monte el régimen no sabía qué hacer con los cuerpos», Irene María de Sousa

Irene María de Sousa es uno más de los venezolanos asilada gracias al régimen chavista de Nicolás Maduro que Colombia ya ajustan cerca de 2 millones los personas, que han migrado escapando de una economía en crisis y un sistema político que deja cada vez más damnificados.

De Sousa ha sido perseguida por la policía secreta venezolana tratando de amordazar sus palabras pero lejos de ello, la periodista y comunicadora se ha armado de valor para publicar recientemente dos libros que les presentamos en COMELIBROS. Uno llamado Tierra o Fuego y el otro 350 resistencia en Venezuela.

Pero dejemos que sea la propia Irene María la que nos cuente en esta corta entrevista, de qué tratan este par de textos y de su lucha por los derechos humanos en el hermano país de Venezuela.

Una, no tan breve, historia sobre tolerancia


Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
Me he tomado el atrevimiento de partir de una historia personal ya que fue algo que comenzó con un chiste que realicé en mis redes sociales personales. Fue sobre la eliminación de Colombia del Mundial y luego la convertimos en una pequeña historia para la fan page de COMELIBROS, como muestra de la intolerancia y la polarización política que vivimos en Colombia.

«Que Petro manda a decir que hubiéramos ganado en la Colombia Humana» decía mi chascarrillo. Un par de amigas se sintieron indignadas con este comentario humorístico y respondieron en consecuencia. Una de ellas, lo transformó en un ataque personal hacia de modo que decidí no discutir con ella y eliminarla de Facebook ¿Demasiado radical? A lo mejor, pero creo que es una potestad válida para detener el agravio. Aquí el hilo completo:

Pero la cosa no paró allí pues esta chica, de la cual no mencionaré su nombre, se fue a buscarme en otro de mis perfiles para descalificarme de nuevo a mi, y no a mi argumento, con un comentario en una foto que hablaba sobre el amor, y que encabeza este artículo. Luego de eso procedió a bloquearme. Tiraba la piedra y escondía la mano.

Este tipo de ataques en lógica se llaman Ad hominem. Es decir, se ataca al emisor de la idea para lesionarlo y descalificarlo moralmente. De este modo no se afirma que alguien hizo algo malo sino que es malo de por sí. Confundiendo así el hacer con el ser para llevar la discusión a un terreno donde la descalificación personal le impida al otro continuar con la argumentación. Una clara muestra de personalización.

Nos pareció entonces en COMELIBROS que la historia entrañaba el tema de la tolerancia, el amor y el humor, para estos días de celebración de la diversidad sexual y publicamos una breve historia al respecto. No mencionamos su nombre, pero la etiquetamos de modo que viera que no era una nota escondida ni subrepticia. Así podía desetiquetarse luego como en efecto lo hizo. ¿La respuesta? Una queja por bullying para, a pie juntillas, hacer ella lo mismo por lo que se quejaba. Se victimizó con sus amigos dirigiéndolos a atacarnos en nuestra fan page de COMELIBROS.

Aquí un par de estas publicaciones de sus amigos que me acusaban de uribista (supongo que el máximo insulto que tenían en su repertorio), rastrero, infantil e indigno. Los atendí en la red hasta donde me dió la paciencia y les regalé un par de consejos de ortografía para que no desaprovecharan de tal manera su presencia en nuestra aldea literaria, siguiendo así el ejemplo de nuestro amigo Héctor Abad con sus contradictores poco letrados (Para ver la publicación completa puede hacer clic aquí).

Pero lo más importante para aclarar consiste en que me cuentan que esta chica, innombrable aquí, ha comenzado a decir que soy un uribista (también supongo que hacer chistes sobre Petro te convierte a uno automáticamente) que le pidió regalar su trabajo para hacer una ilustración. ¡¿Qué?! Sí, que ella autodenominada pacifista y socialista tiene conciencia de que las fundaciones de animales viven de la solidaridad y las donaciones y por eso atendió el cruel llamado de este vil explotador.

Tuve que pensar a qué se refería pues yo también soy ilustrador y jamás haría algo así. Creo que se trata de una convocatoria abierta y voluntaria que hicimos en DOCTOR PULGAS para que algunos ilustradores donaran un diseño para nuestras Postales Salvavidas, con las que ayudamos a perros y gatos abandonados o en dificultade. Es claro que no fue una solicitud particular como pretende hacerlo ver y, dicho sea de paso, esta mujer nunca realizó donación alguna, ni económica ni en especie, para éste o cualquiera de nuestros proyectos literarios o animalistas.

Aquí termina de momento esta historia, no tan breve. Gracias por leer.

No hubo fiesta, el nuevo libro de Alonso Salazar

Alonso Salazar, el escritor, es un hombre fecundo en historias. De su pluma han salido libros insignes sobre la realidad colombiana como No nacimos pa´ semilla, La parábola de Pablo o Profeta en el desierto. Su trabajo como periodista y político le ha permitido conocer de primera mano a cientos de personajes, fantásticos y tenebrosos, que han dejado huella en la Colombia reciente.

Ahora llega su nuevo libro de crónicas llamado No hubo fiesta, sobre los hombres y mujeres que decidieron tomar el camino de lucha armada, desde la izquierda y desde la derecha, en una época en la que los cantos de sirenas anunciaban que las armas serían la solución a los problemas sociales de nuestro país y cuyo desenlace trágico ya todos conocemos.

Aquí está Alonso Salazar en COMELIBROS contándonos sobre su nuevo libro y reflexionando sobre lo que fue y no fue, tanto de la vida de sus amigos y compañeros en la Universidad de Antioquia, vinculados a la guerrilla, como de la suya misma. Esperamos que disfruten viendo esta entrevista tanto como nosotros disfrutamos haciéndola.

¿Donar libros es hacer un favor?

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
―¿Quién habla? ―Me dice la voz de un hombre al otro lado del teléfono.
―¿A quién necesita? ―Le pregunto.
―Vea, es que he estado llamando al fijo y nadie contesta, y en este número celular tampoco. ¿Ahí es donde reciben donaciones de libros?
―Me parece raro, ―le digo. ―Pero sí, nosotros recibimos donaciones de libros.
―¿Y a quién se los donan? ―reclama el personaje.
―Principalmente a fundaciones y centros de reclusión. También hemos donado a escuelas o batallones del Ejército Nacional.
―¡Ah!, bueno, es que eso es justo lo que quiero. Donar unos libros que están nuevos para que lleguen a quienes los necesitan. El asunto es que me duele la espalda y no puedo cargar las cajas. ¿Allá en Comelibros hay alguien que baje los libros del carro?
―Hay un portero, el de mi casa ―le digo. ―Pero que no sé si puede ayudarle a bajar los libros. Le cuento que nuestra función es gratuita, y a pesar de que hemos buscado patrocinadores para el Banco de Libros, no los hemos encontrado.
―¡Entonces no hay como donarlos! ¡No tienen logística! Y acto seguido me tira el teléfono.

No es la primera vez que me sucede algo similar. Cuando comencé a solicitar libros para los reclusos de la Cárcel de Bellavista en Medellín, donde realizaba una labor un psicólogo voluntario ―gracias a Pastoral Penitenciaria―, varios amigos me escribieron con el pecho hinchado por su generosidad, que me dejaban un par de revistas para los reclusos, en la portería de sus unidades para que pasara a recogerlas. Cuando les dije que por favor me las enviaran, ninguno se manifestó.

Muchas personas llaman a preguntar si pasamos a recoger sus libros o, incluso, para que les enviemos a su casa un libro que quieren. Les explico que sólo contamos con la buena voluntad para conectar oferentes y demandantes de libros y, en consecuencia, que no tenemos cómo recogerlos o llevarlos. Quien quiere donar o recibir, debe propiciar los medios para ello. También debe saber que sólo donamos a instituciones, no a personas, pues el espíritu de la idea no es el ahorro, sino la utilidad.

Le devolví la llamada al señor. Le dije que me parecía desobligante su actitud con una idea que recurría a la buena voluntad de las personas ¿Sirvió de algo? Seguramente no. Los seres humanos tenemos la tendencia a sobrevalorar nuestras acciones y podemos considerar que haciendo una donación, estamos haciendo un gran favor. Como aquel que evade impuestos, pero se siente un gran ciudadano, dando una limosna a la persona que no puede acceder a salud, justicia o educación por falta de impuestos para subvencionarlas.

Una vez le pregunté a mi amigo Antonio Vélez si estaba de acuerdo con que se eliminara el salario mínimo, como proponía otro amigo en común, para disminuir el desempleo en ciertas zonas del país. «No es una buena idea», me dijo Antonio. «Los seres humanos tenemos la tendencia a considerarnos muy generosos dando muy poco. Es necesario que el Estado intervenga para reclamar unos mínimos para que este pago no se haga como un favor» y agrega: «somos bien escasos al dar, y ponemos condiciones». Creo que tiene razón.

Por fortuna no todos son así. Muchas personas nos han donado sus libros sin poner condiciones, acercándolos sin reclamar y sonriendo al entregarlos. De momento sacrifico un pedazo del parqueadero de mi hermano mientras los textos encuentran adoptantes, el Banco de Libros patrocinadores (¿Escuchas, Secretaría de Cultura de Medellín?) y los seres humanos seguimos enseñando la naturaleza de la que tanto escribieron William Shakespeare y Miguel de Cervantes.